Cuando paramos y nos dedicamos toda nuestra atención, llevamos nuestra mirada hacia nuestro interior. Dejamos de relacionarnos con nuestro mundo exterior para comenzar a sentir lo que habita dentro de nosotras. Y aunque suene poético, no siempre lo es.
Una mirada hacia dentro muchas veces implica tomar contacto con cosas que no nos gustan, con el dolor o emociones enquistadas. Y no nos vamos a engañar, realmente cuesta hacerlo. No siempre estamos con ánimo para enfrentarnos a según qué cosas.
Y aunque es importante descansar y desconectar de nuestros problemas y preocupaciones, tenemos que tener cuidado porque huir de ellos puede convertirse en una costumbre.
Piensa que si te acostumbras a no escucharte estarás viviendo en piloto automático, desconectada de tu cuerpo, de tus emociones, de tus anhelos y sobre todo desconectada de la sabiduría natural de tu cuerpo, perdiéndote la oportunidad de solucionar y sanar tus propias heridas.