Aprendí a mirar a mi dragón a la cara. No fue fácil, porque me había pasado media vida tratando de ocultarlo.
A pesar de que al principio no me gustara, con el tiempo empecé a comprender a mi dragón y el amor empezó a surgir entre nosotros.
Ahora tenemos una relación íntima que prospera. A veces nos alejamos un poco y surgen conflictos, pero lo cierto es que los solucionamos pronto y bien.