- Malcorra
Vivimos desconectados de nosotros
La mayor parte de los deportistas que conozco tienen una relación con su cuerpo del tipo “amo – siervo”. Es decir, son personas que consideran a su cuerpo como la máquina que les ha tocado entrenar, modificar, rectificar y explotar para conseguir sus objetivos. Viven sintiendo que su cuerpo es algo que tienen y que pueden mejorar, muchas veces a cualquier precio.
Aunque parezca increíble y me cueste admitirlo, yo misma he estado en esa situación haciendo Yoga. Hace algunos años, cuando era más joven y rebosaba energía, practicaba un tipo de yoga dinámico muy intenso. Lo disfrutaba muchísimo, pero con el tiempo el disfrute empezó a diluirse y la intención de superarme día tras día se hacía cada vez más presente. Repetía las posturas más complejas una y otra vez y no dejaba de pensar en cómo mejorar, en profundizar más en la práctica, en cómo practicar más…. y mi cuerpo empezó a quejarse. Al principio fue un dolor leve en mi hombro derecho. Pero como no era intenso, seguí practicando. Solía decirme que si ignoraba el dolor de mi hombro, el dolor pasaría.
Pero no lo hizo. Con el tiempo fue a más. Hasta que un día me vi incapacitada para levantar el brazo derecho más allá de la altura de mi pecho. La cosa se puso seria.