Por ejemplo, puede que te notes con más necesidad de dormir y empieces a echarte siestas todos los días por la tarde, cuando eso no es lo normal en ti. Quizás sufras más dolores corporales o te moleste alguna parte de tu cuerpo. Tal vez tratar contigo últimamente se haya vuelto complicado porque estás muy irascible. Olvidarte del sexo o no querer saber nada de él, si antes lo disfrutabas, también puede ser un síntoma al que prestar atención. Sentir que los problemas cotidianos como ir a pagar la luz al banco o atender a tu hijo en casa, están siendo realmente extenuantes y tener la sensación de que «todo es demasiado«; demasiado trabajo, demasiada conversación, demasiada intimidad, demasiado ruido, demasiada gente… es sin duda un indicativo de estar al límite de tu capacidad de aguante.
Normalmente la insatisfacción vital no se instaura en nosotros de golpe, lo hace poco a poco. Y aunque no seamos conscientes de ello, nuestra manera de comportarnos puede aportarnos mucha información. Si estás bebiendo más alcohol de lo normal, si fumas más, si pierdes mucho tiempo jugando a las máquinas o a los videojuegos o estás compulsivamente pendiente del móvil, puede que estés intentando «escapar» de una vida que ya no te está satisfaciendo.
Es vital que sepamos darnos cuenta de cuándo cambiamos. De cuándo empezamos a mirar al mundo a través de esa niebla negra que todo lo apaga.
Cualquiera de nosotros puede tener alguno o todos estos síntomas y no necesariamente tiene que estar relacionado con un proceso depresivo. Pero si ya hemos pasado antes por una depresión, no deberíamos pasar por alto ninguna de estas señales. Anticiparnos puede hacernos pasar a la acción y reducir considerablemente los efectos devastadores de esta terrible enfermedad.
♥ Este post se ha escrito a partir de una publicación de @ mind.body.psych. que puedes encontrar aquí.