En una segunda sesión Eva ya no se sentía tan triste, pero mantenía esa sensación de opresión en el pecho. Además decía sentirse muy ansiosa últimamente. Ya se sentía preparada para profundizar más y estaba dispuesta a afrontar cualquier cosa que surgiera. Así que conectó con su cuerpo tranquila y curiosa al mismo tiempo.
Tras varios minutos comentó:
“Es como si me sintiera rabiosa, enfadada, veo un color negro, muy oscuro en mi pecho que incluye a mis brazos y mis manos” dijo mientras tensaba sus brazos y cerraba los dedos en puños.
“Pero no lo entiendo, no me siento enfadada normalmente”. Le pedí que evitara pensar en los motivos de su rabia y que volviera a sentirla en su cuerpo para ver si le aportaba algo más de información.
Después de casi 5 minutos de silencio, suspiró y se recostó sobre la silla aliviada y relajada, como si se hubiera dado cuenta de algo importante:
“Estoy rabiosa conmigo misma por haber hecho el tonto con Rafa”.
“¿Hiciste el tonto con Rafa?” le pregunté.
“Sí, no te puedes imaginar lo que me humillé a mí misma por evitar que me dejara. Me siento una estúpida por no haberme querido más. Desde que le conocí, sabía que era un mujeriego, lo sabía y aún así me enamoré de él”. Y tras un suspiro se volvió a quedar en silencio con los ojos cerrados.
“¿Sabes?” me dijo. “Siempre hago lo mismo, no aprendo”. “Me enamoro de hombres que no pueden amarme”. De nuevo el silencio. “Creo que… en el fondo soy yo la que no quiere tener una relación íntima con otra persona porque me aterra”.