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Acepta tu ansiedad

"Para transformar tu vida"

El comienzo

Tuve mi primer ataque de ansiedad con 27 años. En aquel momento de mi vida, tenía un trabajo muy estresante, trataba de conseguir una hipoteca y todo eran trabas. No estaba a gusto con mi relación de pareja y mi abuelo acababa de fallecer.

Todo comenzó una noche viendo una película con mi chico después de cenar. Comencé a sentirme extraña. Notaba mi corazón latiendo con fuerza y rápidamente y empecé a inquietarme. Esa inquietud fue creciendo y dio paso a un gran nerviosismo que derivó en una gran dificultad para respirar. Mis brazos y manos empezaron a dormirse. Era presa del pánico y creía que iba a desmayarme en cualquier momento. Realmente pensé que me moría.

Fue una experiencia traumática para mí. Primero porque no sabía qué me pasaba y segundo porque mi cuerpo parecía haberse vuelto loco de repente y la idea que iba a morir estuvo muy presente. No tardé en averiguar que lo que había tenido fue un ataque de ansiedad y que probablemente fue debido al estrés por el que estaba pasando.

Y aunque tuve una explicación lógica sobre lo que viví, al mismo tiempo se fue instaurando en mí un miedo atroz a volver a pasar por la misma situación de nuevo.

Me metí en el ciclo negativo de la ansiedad

Cada vez que me sentía algo alterada, mi cuerpo reaccionaba automáticamente provocando lo que más temía, otro ataque de ansiedad. Mi nivel de alerta creció al tiempo que lo hacía mi sufrimiento. Ya estaba metida en el dañino ciclo negativo de la ansiedad y me mantuve en él durante muchos meses.

Fui desarrollando un miedo patológico a sentirme ansiosa. Rechazaba cualquier expresión física de mi ansiedad: la taquicardia, el sudor frío, la respiración agitada… todas ellas se convirtieron en “algo a evitar”. Y casi sin darme cuenta me fui desconectando cada vez más de mí. Dejé de tener ansiedad, a ser mi ansiedad. Cuanto más trataba de evitarla, más presente se hacía. 

Gracias a un proceso terapéutico hermoso y no siempre fácil, transformé mi vida completamente. Dejé de evitar mis sensaciones físicas y retomé el contacto con mi cuerpo. A través del aumento de mi conciencia corporal aprendí a dejar de huir de sus reacciones aunque fueran intensas. En lugar de rechazar lo que sentía, comprendí que si estaban ahí, era por algo y que debía prestarles atención. 

Conseguí estar en contacto con mi cuerpo incluso cuando las sensaciones que tenía no eran agradables. Inicié un diálogo con mi ansiedad, aprendiendo a tolerarla. Y al hacerlo salí de ese ciclo negativo de miedo y sufrimiento.

Y no es que haya ganado la batalla a ansiedad eliminándola de mi vida. A través de los años, me he dado cuenta de que siempre tendré ansiedad. Que forma parte de mí. Tengo predisposición a padecerla. Y aunque os parezca una locura, desde que deje de luchar por la idea platónica de vivir sin ansiedad, me siento más libre. Me he quitado un gran peso de encima porque he aceptado una realidad que me negaba aceptar. Ahora dirigido toda mi energía en aprender a relacionarme mejor con la ansiedad. A tolerarla, a comprenderla e indagar en el porqué de su presencia.

Como con cualquier relación, mi relación con la ansiedad tiene sus momentos buenos y otros más complicados. Pero hasta la fecha, no ha vuelto a ser el origen de mi sufrimiento.  Me hace pasar momentos menos agradables, y la utilizo como una señal de que algo no va bien y tengo que atenderlo. Como si fuera la alarma que me invita a conectar conmigo y explorar lo que me sucede

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